Esa ansia de dominación que surge de los privilegios es el principio mental del despotismo. Frente al privilegiado, dice Sieyès, queda <el pueblo que, muy pronto, en su lengua y su corazón, se convertirá en un grupo de donnadies una clase de hombres creada expresamente para servir mientras que él ha sido creado para gobernar y para gozar>. Este es, precisamente, el concepto de despotismo que busca al mismo tiempo instalar Condorcet: los pocos imponiendo su voluntad particular sobre los muchos, a través de un sistema basado en la desigualdad de derechos
Los privilegios, en efecto, se definen como desigualdad ante la ley. Dice Sieyès: «Todos los privilegios, sin distinción, tienen ciertamente por objeto o bien dispensar de la ley, bien otorgar un derecho exclusivo a algo que no está prohibido por la ley».
La Francia prerrevolucionaria es una sociedad de estamentos erigida sobre la base del orden tripartito del feudalismo medieval, que se continúa en las monarquías estamentales aunque ya desnaturalizado, se perpetúa en la monarquía absoluta. Los tres estamentos que componen el tejido social francés son la nobleza, el clero y el pueblo llano, compuesto este último por una clase media ascendente (burguesía) y por una clase baja (trabajadores y campesinos). En términos cuantitativos, el pueblo llano, el llamado <Tercer Estado>, supera significativamente a los otros dos. Además, el sistema jurídico estamental prevé distintos derechos y obligaciones para cada estamento, y esto es precisamente lo que denuncian los revolucionarios como Sieyès en nombre de la <lucha contra los privilegios>
Josep M. Vallès, Ciencia política. Una introducción (Barcelona: Ariel, 2007), pp. 77, 81-83
*Este orden tripartito estaba compuesto por los que rezaban (Oratores), los que luchaban (Bellatores) y los que trabajaban (Laboratores). Una bella lectura al respecto, para todo tipo de público, se puede encontrar en Jaume Aurel, Elogio de la Edad Media (Madrid: Rialp, 2021), especialmente el Acto II
