Mas alábete mi alma para que te ame, y confiese tus misericordias para
que te alabe. No cesan ni callan tus alabanzas las criaturas todas del
universo, ni los espíritus todos con su boca vuelta hacia ti, ni los animales
y cosas corporales por boca de los que las contemplan, a fin de que,
apoyándose en estas cosas que tú has hecho, se levante hacia ti nuestra
alma de su laxitud y pase a ti, su hacedor admirable, donde está la hartura
y verdadera fortaleza. Confesiones Agustin de Hipona Libro V Capitulo I
