Si hemos caído en la tibieza no hemos de desesperar. Jesús está siempre listo a volvernos a su amistad y a su intimidad, si nos convertimos a Él. La tibieza no tiene otra solución que Dios mismo. Es decir, sólo la gracia de Dios nos hará salir de ella. Sin embargo, hay que emprender el camino auténtico, ahora doblemente difícil, pues la conciencia no ha sido lacerada en vano: el camino de la conversión, de la superación, de la perfección. Habrá que desandar por donde se fue entibiando: es el camino de las cosas pequeñas, sin esperar los grandes consuelos espirituales.
