«Mucha gente me pregunta acerca del silencio de la Trapa, y yo no sé que contestar, pues el silencio de la Trapa no es silencio…, es un concierto sublime que el mundo no comprende… Es ese silencio que dice «no metas ruido, hermano, que estoy hablando con Dios…» Es el silencio del cuerpo para dejarle al alma gozar en la contemplación de Dios. No es el silencio del que no tiene nada que decir, sino el silencio del que teniendo muchas cosas dentro y muy hermosas, se calla, para que las palabras que siempre son torpes, no adulteren el diálogo con Dios.
Es el silencio que nos hace humildes, que nos hace sufridos, que al tener una pena nos la hace contar solamente a Jesús, para que Él también en silencio nos la cure sin que los demás se enteren.
El silencio es necesario para la oración. Con el silencio es difícil faltar a la caridad…».
