Evangelio según san Mateo, 8: 1-4 y habiendo bajado del monte, le siguieron muchas turbas; y he aquí que, viniendo un leproso, le adoraba, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Y extendiendo la mano le tocó, diciendo: «Quiero, sé limpio», y al punto su lepra fue limpiada. Y Jesús le dijo: «Mira, que no se lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés en testimonio a ellos». (vv. 1-4)
Cuando Jesús hubo curado el cuerpo del leproso, le ordena que no lo diga a nadie, y por ello sigue: «Y le dijo Jesús: Mira, que no lo digas a nadie». Algunos dicen que le mandó esto para que no hablasen en mal sentido de su curación, lo cual se dice sin fundamento. No lo curó de tal manera que quedase duda acerca de su curación. Pero lo manda que no lo diga a nadie, enseñando a no amar la ostentación ni el honor ( Mc 5,20 ). A otro que curó lo mandó que lo dijese, enseñándonos también a interpretar en buen sentido sus palabras, cual era el que no se divulgase el milagro, sino que se diese gloria a Dios. Por medio de este leproso nos enseñó a no ser vanagloriosos, y por medio del otro a no ser desagradecidos, sino referirlo todo a la alabanza de Dios
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.
