Evangelio según san Mateo, 8: 5-9 Y habiendo entrado en Cafarnaúm, se llegó a El un Centurión rogándole y diciendo: «Señor, mi siervo está postrado en casa paralítico y es reciamente atormentado». Y le dijo Jesús: «Yo iré y lo sanaré». Y respondiendo el Centurión, dijo: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, sino tan solamente dilo con la palabra, y será sano mi siervo. Pues también yo soy hombre sujeto a
otro, que tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene, y a mi siervo: Haz esto, y lo hace». (vv. 5-9)
La prudencia del centurión aparece en que ve a través del Cuerpo del Salvador a la divinidad que en El se encontraba oculta, y por eso añade: «Pero mándalo con tu palabra y será sano mi siervo»
San Jerónimo
