La escuela de Fráncfort
La cultura como centro gravitacional
El Institut fuir Sozialforschung, o Instituto de Investigación Social, nació entre 1922 y 1923 en Fráncfort, generosamente financiado por Hermann Weil, un judío alemán radicado en Argentina que tenía una empresa exportadora de cereales. Sus instalaciones se ubicaron en la Universidad de Fráncfort, y por ello mismo sería mundialmente conocido como la <Escuela de Fráncfort>
El primer director del Institut, Kurt Albert Gerlach, murió muy joven de un repentino ataque de diabetes a las pocas semanas de aceptar su cargo. Su sucesor, Carl Grünberg, continuó en la reconstrucción y el análisis de la historia del marxismo y el movimiento obrero, pero en 1929 sufrió un ataque de apoplejía y renunció a su cargo. Ahora sí, la dirección pasó entonces a manos de Max Horkheimer, quien le dio al Instituto la nota y la vitalidad intelectual con la que se lo recuerda habitualmente, y quien puso el acento en problemáticas filosóficas y culturales, llamando a la construcción de una nueva Teoria Crítica de la sociedad.
Pero para lograr una crítica sustancial ya no bastaría con descender a los <mecanismos de d0minación>, de tipo económico que se hallan en la <estructura>; más bien se hará necesario criticar a la sociedad más allá de la economia, en los términos de un proyecto que no descuide el nivel cultural y psicológico. Hay que mostrar, concretamente, que la <sociedad burguesa no solo es <explotadora> (algo que ya empezaba a sonar bastante trillado), sino que además aliena
en lo cultural a los individuos y, todavía más, los enferma psicológicamente. Para este fin, los más destacados miembros de la Escuela de Fráncfort recogieron el pensamiento de Freud, sobre todo sus escritos sociales, como <El malestar en la cultura> de 1930. En efecto, allí Freud entiende que la cultura resulta de procesos de sublimación
de instintos: <la cultura reposa sobre la renuncia a las satisfacciones instintuales>. La vida en comunidad exige al hombre sofocar sus instintos primitivos. La cultura demanda, en consecuencia, represión. Pero se trata de una represión inevitable para vivir con otros: la necesaria vida en sociedad, y más todavia, la propia civilización, queda pagada, así, con el precio de la neurosis que desencadena el referido malestar en la cultura
Sigmund Freud, <El malestar en la cultura. En Obras Completas, Vol. 22 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2013), p. 3038
