O Oriens, splendor lucis aeternae,
et Sol iustitiae:
veni, et illumina sedentes in tenebris,
et umbra mortis.
¡Oh, Tú, el Oriente,
Resplandor de la Luz eterna, Sol de justicia:
ven a iluminar a los que yacen en tinieblas
y en sombra de muerte! (Cf. Zac. 6, 12; Mal. 4, 2; Heb. 1, 3; Sab. 7, 26; Mt. 24, 27; Lc. 1, 78-79).
Jesucristo, Mesías prometido y esperado, Sol que nace de lo alto, cuyos rayos benéficos alcanzan a todos los que te buscan con humildad: por el misterio de tu Natividad, ilumina a los hermanos de corazón más obstinado.
Con tus santos mártires, te imploramos:
¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Misa ad oriemtem
