Además, como la naturaleza humana quedó inficionada con la mancha del primer pecado, y, por lo tanto, más propensa al vicio que a la virtud, requiérese absolutamente, para obrar bien, sujetar los movimientos revueltos del alma y hacer que los apetitos obedezcan a la razón. Y para que en este combate conserve siempre su señorío la razón vencedora, se necesita muy a menudo despreciar todas las cosas humanas, y pasar grandísimas molestias y trabajos. Pero los naturalistas y masones, que ninguna fe dan a las verdades reveladas por Dios, niegan que pecara nuestro primer padre, y estiman por tanto al libre albedrío en nada amenguado en sus fuerzas ni inclinado al mal12. Antes por el contrario, exagerando las fuerzas y excelencia de la naturaleza, y poniendo en ella únicamente el principio y norma de la justicia, ni aun pensar pueden que para calmar sus ímpetus y regir sus apetitos se necesite de asidua lucha y constancia suma. De aquí vemos que se ofrecen públicamente tantos estímulos a los apetitos del hombre, periódicos y revistas sin moderación ni vergüenza alguna; obras dramáticas licenciosas en alto grado; argumentos artísticos sacados protervamente de los principios del que llaman verismo o realismo; inventos sutilmente excogitados para una vida cómoda y muelle; en suma, toda suerte de rebuscados halagos sensuales, los cuales se permite una virtud adormecida. En lo cual obran perversamente, pero son muy consecuentes consigo mismos, los que quitan toda esperanza de los bienes celestiales y ponen vilmente en cosas perecederas toda la felicidad, y casi se pierden en la tierra. Lo referido puede confirmar una cosa más extraña de decirse que de creerse. Porque dado que no hay tan rendidos servidores de esos hombres sagaces y astutos como los que tienen el ánimo enervado y quebrantado por la tiranía de las pasiones, hubo en la secta masónica quien dijo públicamente y propuso que había de procurarse con persuasión y maña que la multitud se saciara de la innumerable licencia de los vicios, en la seguridad de que así la tendrán sujeta a su arbitrio para atreverse a todo
Concilio de Trento, ses. 6, De Iustific., cap. 1 (Mansi Coll. Conc. 33, col. 33-B). Denz-Umb. n. 793.
ALBERTO CATÜRÉLLÍ LA IGLESIA CATÓLICA Y LA MASONERÍA Doctrina y Documentos
