Se nos manda aquí orar constantemente. No sólo se declara la utilidad de la oración, sino su inmensa necesidad. Sin ella, la debilidad de la carne nos echa para atrás como la rémora retarda el barco, hasta que nuestras cabezas (sin que importe cuánto deseen hacer el bien) son precipitadas en el mar de la tentación. ¿Qué ánimo está más pronto que lo estaba el de Pedro? Esto enseña cuánta necesidad tenía de la ayuda divina contra la debilidad de la carne. Cuando el sueño le impidió rezar y pedir ayuda a Dios abrió una rendija al demonio que, poco después, se serviría de su flaqueza para embotar los buenos deseos de su corazón y llevarlo hasta la negación de Cristo con perjurio.
Si esto ocurrió a los Apóstoles, hombres que eran ramas verdes llenas de vida, que entraron en tentación por dejar que el sueno interrumpiera su oración, ¿qué ocurrirá con nosotros que, en comparación con ellos, somos ramas secas, al enfrentamos casi de súbito con el peligro? Y me pregunto cuándo no estamos en peligro, porque nuestro enemigo el diablo anda como león rugiente buscando a quien cae por la debilidad de la carne para arrojarse sobre él y devorarlo. En tan grave peligro, me pregunto qué será de nosotros si no seguimos el consejo de Cristo y perseverando en la vigilancia atenta y en la oración.
Manda Cristo estar despiertos no para jugar a las cartas o a dados, ni en borracheras o festines y juergas, ni por el vino o las mujeres, sino para rezar. Advierte que hemos de rezar, no de vez en cuando, sino siempre, sin cesar: Orate sine intermissione. No sólo durante el día (pues no parece sea muy necesario mandar a alguien estar despierto de día), sino que aconseja también dedicar a la oración un rato del tiempo que dedicamos generalmente a dormir. Deberíamos estar avergonzados y reconocer nuestra culpa porque apenas decimos una o dos breves oraciones, y además, medio dormidos y bostezando. Enseña el Salvador que hemos de rezar no para vivir en la opulencia, ni en una rueda de placeres sin fin, ni para que algo horrible ocurra a nuestros enemigos, m para que recibamos honores en este mundo, sino «para que no entremos en la tentación». Desea, de hecho, darnos a entender que todos esos bienes terrenales, o bien pueden sernos a la larga perjudiciales, o de otro modo, son nada en comparación con el beneficio y fruto de la oración. Por eso, dispuso en su sabiduría esta petición al final de la oración que había previamente enseñado a sus discípulos, y que es como un resumen: «y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal».
LA AGONÍA DE CRISTO
Por Santo Tomás Moro
#laagoníadecristo #tomásmoro
#ArquiSantiagoGT #ArzobispadoGT #celam
#IISínodoArquidiocesano
#PastoralVocacional #Vocaciones
#MinisterioSacerdotal
#SeminarioMayordelaAsunción #CaminemosJuntos
#retirodesacerdotes #Colegialidad #Eclesialidad
#Sinodalidad #PapaFrancisco #Audiencia #ObisposRD
#CED #SínododelaSinodalidad #familiaiconodesinodalidad
#WalkTogether #Synod2023 #Sinodalidad2023
#TodosSomosCLAR
