La luz de la tradición de la Iglesia
Hay quienes me dirán que el celibato sacerdotal solo es una disciplina impuesta tardíamente a sus clérigos por la Iglesia latina
He visto recogidas estas declaraciones en muchos periódicos. La honradez histórica me bliga a afirmar que son falsas. Los historiadores rigurosos saben que desde el siglo IV los concilios recordaron la necesidad de la continencia de los sacerdotes. Hemos de precisar que, durante el primer milenio, se ordenó a muchos hombres casados. No obstante, una vez ordenados, estaban obligados a abstenerse de mantener relaciones sexuales con sus esposas. Este es un tema recordado de forma periódica por los concilios, que se apoyaban en una tradición recibida de los apóstoles. Alguien cree que la Iglesia habría sido capaz de introducir de repente la disciplina de la continencia clerical sin suscitar la indignación de aquellos a quienes les era impuesta? Una novedad como esta habría sido insostenible. No obstante, los historiadores subrayan la falta de protestas cuando, muy a principios del siglo IV, el concilio de Elvira decidió excluir del estado clerical a los obispos, sacerdotes y diáconos sospechosos de mantener relaciones sexuales con sus esposas. El hecho de que una decisión tan exigente no suscitara oposición demuestra que la ley de la continencia del clero no era ninguna novedad. La Iglesia acababa de salir de la etapa de las persecuciones. Una de sus primeras tareas fue recordar una regla que pudo haber sufrido algunas desviaciones en la época turbulenta de los mártires, pero que ya estaba bien consolidada.
Hay quienes dan muestras de una tremenda falta de honestidad intelectual nos dicen: hubo sacerdotes casados. Es cierto. Pero estaban obligados a la continencia perfecta. Queremos regresar a esa situación? El respeto que profesamos al sacramento del matrimonio y la mejor visión que tenemos de él a partir del concilio nos impiden hacerlo,
El sacerdocio es una respuesta a una vocación personal. Es fruto de una íntima llamada de Dios cuyo arquetipo se encuentra en la llamada de Dios a Samuel (1 S 3). Nadie se ordena sacerdote porque sea necesario satisfacer una necesidad de la comunidad y resulte indispensable que alguien ocupe ese <cargo. El sacerdocio es un estado de vida, fruto de un intimo diálogo entre Dios que llama y el alma que responde: <Aqui vengo […] para hacer [..] tu voluntad> (Hb 10, 7).
Nadie se puede inmiscuir en ese de corazón a corazón. Solo la Iglesia puede autentificar la respuesta. Me pregunto qué seria de la esposa de un hombre ordenado sacerdote. iQué lugar quedaría para ella? ¿Existe una vocación a ser esposa de sacerdote? El sacerdocio, como hemos visto, significa donar la vida entera, entregarse a ejemplo de Cristo, significa la plena donación a Dios de uno mismo y la donación total a los hermanos. Qué lugar le queda reservado entonces al vínculo conyugal? El Concilio Vaticano II insistió en la dignidad del sacramento de matrimonio como un camino de santidad personal a través de la vida conyugal, Ese estado de vida exige que los esposos situen el vinculo que los une por encima de cualquier otro. Ordenar sacerdote a un hombre casado equivaldría a rebajar la dignidad del matrimonio y a reducir el sacerdocio a una función.
¿Y qué decir de la libertad a la que pueden aspirar legítimamente los hijos del matrimonio? cTambién ellos deben abrazar la vocación del padre? ¿Cómo se les va a imponer un modo de vida que no han elegido? Tienen derecho a disfrutar de todos los recursos necesarios para SU desarrollo. Por lo tanto, ¿deberían recibir los sacerdotes una remuneración? Se podrá alegar que esta situación es la que el Oriente cristiano vive desde siempre y que no ha supuesto problema alguno. Es falso. El Oriente cristiano tardó en admitir que los hombres casados ordenados sacerdotes pudieran mantener relaciones sexuales con sus esposas. Dicha disciplina se introdujo en el concilio in Trullo en el año 691. Fue una novedad que surgió como consecuencia de un error de transcripción de las cánones del concilio celebrado en Cartago en el 390. Por otra parte, la gran novedad de ese concilio del siglo VII no fue la desaparición de la continencia sacerdotal, sino su limitación a los momentos que preceden a la celebración de los sagrados misterios. Aún continúa afianzado y se sigue percibiendo el vínculo ontológico entre el ministerio sacerdotal y la continencia. ¿Queremos regresar a esa práctica? Debemos escuchar los testimonios que emanan de las Iglesias católicas orientales. Son muchos los miembros de esas Iglesias que han insistido con claridad en las tensiones existentes entre el estado sacerdotal y el estado conyugal. A lo largo de los siglos pasados la situación se ha sostenido gracias a la existencia de <familias de sacerdotes> en las que se formaba a los niños para <participar> de la vocación del padre de familia y cuyas hijas se solían casar con futuros sacerdotes. No obstante, una mayor conciencia de la dignidad y la libertad individuales hace imposible este modo de obrar. El clero casado oriental está en crisis. El divorcio de los sacerdotes se ha convertido en un espacio de tensión ecuménica entre los patriarcas ortodoxos.
En las Iglesias orientales separadas únicamente la presencia predominante de monjes lleva al pueblo de Dios a tolerar la continuidad del clero casado, Son muchos los fieles que jamás se confesarían con un sacerdote casado. El sensus fidei hace percibir a los creyentes cierta falta de plenitud en el clero que no vive un celibato consagrado. ¿Por qué permite la Iglesia católica la presencia de clero casado en ciertas Iglesias orientales unidas? A la luz de las afirmaciones del magisterio reciente sobre el vínculo ontológico entre sacerdocio y celibato, creo que la finalidad de esta aceptación es favorecer una evolución progresiva hacia la práctica del celibato que tendría lugar no por vía disciplinaria, sino por razones propiamente espirituales y pastorales.
Desde lo más hondo de nuestros corazones (Mundo y Cristianismo) Sarah, Cardenal Robert
*Acerca de este tema se puede consultar el estudio histórico de Christian Cochini, Les Origines apostoliques du célibat sacerdotal (prólogo del cardenal Castrillón Hoyos), Ad Solem, 2006; ver también Cardenal A. M. Stickler, Der Kleirkerzölibat Entwicklungsgeschichte und seine theologischen Grundlagen, Abensberg Kral, 1993; o Stefan Heid, op.cit
Hace algunos años el presidente de una asociación sacerdotal ortodoxa comentaba que en Grecia el número de sacerdotes casados sufría un descenso constante (tres mil hombres de un total de once mil). Y señalaba la causa: cada vez menos mujeres emancipadas aceptan asumir lo que exige ser esposa de un sacerdote. Cfr. http://www.zenith.org/englisch/archive/0002/ZE000228
F.FROST, <Le célibat sacerdotal, signe d’espérance pour tout le christianisme,, en Le Célibat sacerdotal, fondements, joies, défis, actas del Coloquio de Ars, Parole et Silence, 2011, pp. 180-181
