El suplicio de la cruz no fue un invento romano sino un sistema de ejecución que éstos habían tomado de los pueblos conquistados de Oriente pero que habían perfeccionado tanto que, con sólo verlo todos pensaban en Roma. Este ignominioso tormento era aplicado sólo a quienes no fuesen ciudadanos romanos (de allí que San Pablo, por poseer dicha ciudadanía, no fuese crucificado sino decapitado) y los judíos sentían horror ante un tipo de pena tal, al punto que nunca la incluyeron en su legislación (por lo general el condenado a muerte moría por lapidación, atado o colgado de leño, según lo que se dice en el Deuteronomio (Deut 21, 23) y sellando con esto la maldición divina: todo el que cuelga de un madero es maldito de Dios. Los judíos aplicaban esta frase a los crucificados
¡Crucifícalo!: Análisis histórico-legal de un deidicio
Javier Olivera Ravasi
