La mortificación debe practicarse con prudencia y discreción. Debe ser proporcionada a las fuerzas físicas y morales de cada cual, y al cumplimiento de las obligaciones de nuestro propio estado. Es importante mortificar todos los sentidos:
El tacto
no dándole todos los placeres que pide. Cuidándonos principalmente de los malos deleites. Pero también se ha de renunciar a los deleites peligrosos, para no exponerse al pecado; y aún hemos de abstenernos de algunos placeres lícitos para asegurar el imperio de la voluntad sobre los sentidos
