Evangelio según san Mateo, 5: 27- 28 «Oísteis que se dijo a los antiguos: No adulterarás. Y yo os digo que todo aquel que pusiese los ojos en una mujer para codiciarla, ya cometió adulterio en su corazón con ella». (vv. 27- 28)
Esto es, no irás a buscar otra mujer que la tuya. Si exiges de tu mujer esto, ¿no querrás pagarle del mismo modo cuando debes darle ejemplo con tus virtudes? Es muy necio el que el hombre diga que esto no se puede hacer. Lo que hace la mujer, ¿no podrá hacerlo el hombre? No quieras decir: No tengo mujer y por lo tanto voy a buscar a una mujer pública y por ello no quebranto este precepto, puesto que dice: «No adulterarás». Ya has conocido lo que vales, el precio que Cristo pagó por ti: ya sabes qué comes y qué bebes, y también a quién comes y a quién bebes. Sepárate, pues, de las fornicaciones. Cuando corrompes la imagen de Dios (que eres tú), por las fornicaciones y por las complacencias carnales, el mismo Dios también (que sabe lo que te es útil), te manda esto para que no se destruya su templo, que tú has empezado a ser
San Agustín, sermones, 9,3
