Evangelio según san Mateo, 5: 33- 32 «Además oísteis que fue dicho a los antiguos: No perjurarás; mas cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo, que de ningún modo juréis: ni por el cielo, porque es el trono de Dios: ni por la tierra, porque es la peana de sus pies: ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey: ni jures por tu cabeza, porque no puedes hacer un cabello blanco o negro. Mas vuestro hablar sea, sí, sí, no, no. Porque lo que excede de esto, de mal procede». (vv. 33- 37)
Esto fue concedido entonces a los hombres en la ley, como a niños, porque así como ofrecían víctimas al Señor, para que no las inmolasen a los ídolos, así también se les permitía jurar por Dios. No porque hiciesen con esto alguna cosa buena, sino porque sería mejor ofrecer esto al Señor que a los demonios
San Jerónimo
