Acuérdate, Dios de bondad, de tus antiguas misericordias y por estas mismas misericordias, acuérdate de esta Congregación.
Acuérdate de las plegarias que tus siervos y siervas te han hecho sobre el particular desde hace tantos siglos: que sus votos, sus gemidos, sus lágrimas, la sangre por ellos derramada, lleguen a tu presencia para implorar poderosamente tu misericordia.
Acuérdate, sobre todo, de tu querido Hijo: “Contempla la cara de tu Ungido”. Su agonía, su confusión y su llanto amoroso en el Huerto de los Olivos, cuando dice: “¿Qué ganas con mi muerte?” Su muerte cruel y su sangre derramada te imploran a gritos misericordia, a fin de que, por medio de esta Congregación, se establezca su imperio sobre las ruinas del de sus enemigos
Sal 83,10
Sal 29,10
Súplica ardiente para pedir misioneros (S. Luis M. G. de Montfort)
Orden de San Elías