Había que predicar, decíamos, sin desatender a los más humildes. ¿Cómo hacerlo? La solución llegó pronto con la institución de los diáconos servidores y fue tan acertada que hasta los Papas mismos quisieron tener alguno de confianza a su lado para que ayudase a la Iglesia de Roma, como el caso de San Lorenzo, mártir, originario de España.
Lorenzo había sido nombrado diácono por el papa San Sixto en tiempos de la persecución del emperador Valeriano. Cierto día, sin embargo, el pontífice fue apresado por lo que el diácono corrió a su encuentro para postrarse a sus pies:
– <Adónde vas, oh padre, sin tu hijo?> – dijo el fiel servidor.
– <A ti, hijo mio, te aguardan más rigurosos suplicios, y más gloriosa victoria: anda a repartir a los pobres los tesoros de la Iglesia; porque presto me seguirás como hijo al padre y como diácono al sacerdote>.
Cumplió san Lorenzo enteramente la voluntad del pontífice, y gastó toda la noche en visitar a los pobres y repartirles los cálices, ornamentos y demás vasos sagrados que iban a ser profanados por las tropas del emperador. Al día siguiente, luego de haber cumplido la orden, volvió hasta el lugar de detención y, momentos antes de cumplirse la condena, dijo al Papa:
– <No me desampares, padre santo: ya he cumplido tu mandato distribuyendo los tesoros que me encargaste>. Al oir estas palabras, los verdugos las comunicaron al emperador quien lo mandó llamar: – <Quiero los tesoros de la Iglesia‣ – le dijo. San Lorenzo, pidió un par de días para cumplir con el pedido. Así, luego de recorrer la ciudad de Roma, fue llamando a una gran cantidad de ciegos, cojos, mancos y pobres, a quienes había socorrido y los llevó frente al emperador, diciéndole:
– <Aquí están; estos son los tesoros de la Iglesia>
<Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra». Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás> (Hechos 6,1-5).
El martirio de san Lorenzo (1558), por Tiziano
Luego de ello San Lorenzo fue quemado vivo en el año 258 (Cfr. FRANCISCO DE PAULA MORELL, Flos sanctorum, Santa Catalina, Buenos Aires s/f, 234).
