Sequedad y aridez
Consiste en cierta impotencia o desgano para producir en la oración actos del entendimiento o del afecto. Como remedios han de considerarse:
Convencerse de que la devoción sensible no esencial al verdadero amor de Dios, basta querer amar a Dios para amarle ya en realidad.
Perseverar, a pesar de todo, en la oración, haciendo todo lo que aún entonces se puede hacer.
Unirse al divino agonizante de Getsemaní, que “puesto en agonía oraba con más insistencia.” (Lc 22,44).
Pedir al Señor y a Nuestra Madre que cese la prueba de la aridez, para que podamos “gozar siempre de sus divinos consuelos”.
