En todo tiempo y en todo lugar:
En cuanto que debemos obedecer todas las órdenes de nuestro superior legítimo, siempre que mande legítimamente. De esta manera, como dice San Francisco de sales, la obediencia “se somete amorosamente a todo lo que se le mande con entera sencillez sin mirar jamás si lo que se le manda está bien o mal mandado, con tal que quien la manda tenga potestad de mandar, y sirva lo mandado para unirnos con Dios”
TANQUEREY, Op. cit. P. 683
