La consciencia del movimiento que surge de una sociedad que permanentemente se reinventa (y revienta) a sí misma hace posible la idea de la cultura como pura contingencia humana. Los tiempos en que la cultura se confundía con la naturaleza, formando una compacta unidad, indisociable y automática, han quedado atrás. Ya no hay «bloque histórico», podría decirse, tomando prestada una expresión de Gramsci (tomada, a su vez, de Sorel). El hombre moderno sabe que una cultura se puede destruir y se puede crear; y que, muchas veces, para crear primero hay que destruir. No existe batalla cultural sin esta consciencia. Dicho en forma positiva: hay batalla cultural donde hay voluntad de destrucción seguida, muchas veces, aunque no siempre, por una opuesta voluntad de resistencia.
AGUSTIN LAJE, LA BATALLA CULTURAL REFLEXIONES CRÍTICAS PARA UNA NUEVA DERECHA
