Claramente preveo que saldrán fieras espantosas que, enfurecidas, intentarán destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espiritu Santo se ha servido para escribirle o, que, cuando menos pretenderán encerrarle en las tinieblas y en el
silencio de un cofre, a fin de que jamás aparezca.
S. Luis M. G. de Montfort
