Globalismo ingrato



El poder del orden global no es, desde luego, un poder democrático. Si el ideal democrático, como ya he mostrado, puede definirse a partir de una forma de gobierno en la que el poder emana desde el pueblo para gobernar al pueblo, y que en la práctica se traduce en la determinación de la voluntad ciudadana con arreglo al uso de instrumentos electorales y su consiguiente representación, el actual orden internacional carece de todos estos componentes.

Para empezar, ni siquiera existe tal cosa como un <pueblo global>;* la hiperculturalidad supone una superposición desespacializada de las culturas, no una homogeneidad como la que sustentaba la existencia de las naciones. Más aún, el orden global que se está conformando debilita el componente democrático de los Estados en la medida en que las decisiones de las organizaciones internacionales se imponen sobre
los pueblos en un movimiento que va de arriba abajo, no de abajo arriba, y de los pocos a los muchos, en componendas usualmente tecnocráticas en las que el pueblo, tanto en el sentido de populus como de plebs, no tiene nada que ver ni que decir.

El poder globalista es tecnocrático y elitista.Es una suerte de <despotismo ilustrado>: la legitimidad de las organizaciones internacionales no descansa realmente en ningún mecanismo democrático, sino en la condición de <expertos> de sus ocupantes. Así, en estas estructuras hay <expertos> de todo y para todo: género, niñez, economía, medioambiente, derechos humanos, mujeres, razas, etnias, gobernanza, etcétera. Las
ONG, por su parte, tampoco precisan de legitimación democrática alguna: su legitimidad es una función de cuánta propaganda gocen, de cuántos favores mediáticos logren, de cuántos famosos las ponderen, y todo esto suele resumirse a cuánto presupuesto anual manejen. Nadie elige, nadie debate alternativas, no existen opciones encontradas ni oposiciones, y no hay voluntad popular ni nada parecido, ni en las ONG ni en las organizaciones internacionales: lo que hay es, sencillamente, dinero y lobby. No hay pueblos, sino una nauseabunda mezcla de burócratas, <filántropos> millonarios y famosos figurones.

Nótese al respecto que la Agenda 2030 de la ONU, en su objetivo 4.7, llama a adoctrinar a los niños en una ciudadanía mundial. A menos que exista algo así como un <gobierno mundial>, hablar de ciudadanía mundial> sería un sinsentido.

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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