«La Libertad»Masónica


Si alguien con seriedad intelectual se dispusiese a estudiar las teorías de los ideólogos de la revolución quedaría pasmado al ver lo dificil que es encontrar en ellos algún razonamiento
favorable al hombre. Así por ejemplo, el famoso barón D’Holbach, principal sostén financiero de la gran Enciclopedia, afirmaba que los errores del hombre son «errores de física» y que no existe la intelección hablando estrictamente pues nuestros pensamientos «se producen sin que sepamos en todas nuestras acciones» (una especie de determinismo mecanicista, así como el girasol se mueve sin que lo quiera).

Diderot, por su parte decía en su «Correspondencia»: «mirad de cerca, y veréis que la palabra libertad es una palabra vacía de sentido, que no hay y no puede haber seres libres; que no somos sino lo que conviene al orden general, a la organización, a la educación y, a la cadena de acontecimientos. He aquí lo que dispone de nosotros invenciblemente»

¿Pero entonces? ¿Cuál es la libertad de la que nos hablan? Quizás sea la libertad sindical…: «Uno de logros mayores de la obra revolucionaria fue la liberación económica, especialmente con la ley Le Chapelier (١٧٩١), que, después de la muerte de
las corporaciones, rige las relaciones de trabajo prohibiendo tanto la huelga como el sindicalismo obrero, como que amenazan la libertad del contrato de trabajo, es decir, la libertad del patrón. Trátase de una lógica muy particular de la libertad, hay que reconocerlo, la misma de ١٧٨٩, la que hace que se prohíba la huelga y los sindicatos.

Será esta misma lógica la que, durante la mayor parte del siglo XIX, favorecerá consiguientemente la cruel proletarización obrera». Más divertido y hasta más franco resultaba de nuevo Voltaire al declarar que «el bien de la sociedad exige que el hombre se crea libre» (sin serlo, obvio). Somos, en su concepción una simple máquina «que tiene, no sé cómo, la facultad de estornudar por la nariz y pensar por el cerebro» y un grupo de «autómatas pensantes donde la libertad es apenas una bella quimera»

Siguiendo al gran estudioso del pensamiento revolucionario, el profesor Xavier Martin, podríamos decir que tanto Voltaire como el resto de los que prepararon la Revolución «llegan a practicar, sobre los otros y no menos sobre él mismo, un resuelto desprecio por la humanidad, cuya obsesión y agudeza toca a veces lo alucinante, y sobre lo cual no es muy raro que los conocedores arrojen el manto de Noé, lo que muestra una encantadora piedad intelectual, pero perjudica nuestra curiosidad». Rousseau, otro adalid y puntero intelectual, se las tomaba contra la libertad del ciudadano común y declaraba que «el ciudadano pasivo, estandarizado mecánicamente dócil, es el más apropiado para satisfacer los imperativos de un ‘programa tan bien intencionado en su imprecisión, «porque el cristianismo-decía- enerva la fuerza del resorte político y complica los movimientos de la máquina» Y no conviene que nadie piense y menos un católico porque «el estado de reflexión es un estado contra- natura y el hombre que medita, un animal depravado».

La libertad, la verdadera libertad, como dirá Rousseau, estará en obedecer al que suplanta al rey y no en seguir la monarquía: «eso es ser verdaderamente libre». Todo era permitido para quien estuviera con la Revolución y en contra del Rey y la Iglesia, como decía Voltaire, incluso mentir: «Hay que criticar a los autores que no piensan como nosotros-escribía sin empacho-
hay que envenenar hábilmente su conducta (..), hay que presentar sus acciones bajo una luz odiosa (…). Si los hechos nos faltan, hay que exponerlos, fingiendo callar una parte de sus faltas. Todo está permitido contra ellos (..) Mostrémoslos ante el gobierno como enemigos de la religión y de la autoridad, impulsemos a los magistrados a castigarlos. Golpeen y escondan la mano-les decía a sus adictos (…). A la menor crítica, a la menor respuesta, aun la más moderada y cortés, hay que gritar ‘calumnia, injuria, sátira atroz’, tratando a los adversarios de bribones, fugitivos de la cárcel, hipócritas, locos». La hipocresía no tenía límites.

Una verdadera libertad habría exigido la abolición de todo tipo de «totalitarismo», incluido el de la esclavitud. Pues bien, no hubo nada de esto. Recién cinco años después, cuando la Francia revolucionaria había perdido el control de sus tierras en ultramar, comenzó a promover la «libertad» para los esclavos; es decir, cuando no temía más la posibilidad de conseguir nuevos esclavos, decretaba la libertad.. Sin embargo, «el innoble tráfico fue discretamente retomado desde el Directorio y, para acabar, esta detestable institución fue oficialmente restablecida en 1802, sin oposición, por una clase política poblada de ex- revolucionarios». Pero también se decía que la Revolución nos hacía «iguales» frente a la desigualdad que imponía la Monarquía…

* La «Enciclopedia» fue una publicación de varios tomos redactada por los pensadores revolucionarios por medio de la cual se intentó dar un nuevo significado a un sinfín de términos acuñados durante siglos de cristianismo

XAVIER MARTIN, «Libertad, Igualdad Fraternidad», en Gladius 44 (1999), 90

VOLTAIRE, Correspondance, Pléiade Paris 1977-1993,t. 9, 873

XAVIER MARTIN, Nature humaine et revolution francaise, 39

JEAN-JACQUES CHEVALLIER, Los grandes textos políticos, Aguilar, Madrid 1954,135

ALFREDO SÁENZ, La nave y las tempestades. La Revolución Francesa (La revolución cultural), 291-292

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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