Evangelio según san Mateo, 8: 1-4 y habiendo bajado del monte, le siguieron muchas turbas; y he aquí que, viniendo un leproso, le adoraba, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Y extendiendo la mano le tocó, diciendo: «Quiero, sé limpio», y al punto su lepra fue limpiada. Y Jesús le dijo: «Mira, que no se lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés en testimonio a ellos».
(vv. 1-4)
Se entiende por el monte en que el Señor se
sentó, el cielo, de quien se ha escrito: «El cielo es mi asiento» ( Is 66,1 ). Pero cuando el Señor se sienta en el monte sólo se acercan a El sus discípulos, porque antes de tomar nuestra carne mortal Dios sólo era conocido en la Judea (Sal 75,2 ), pero cuando Dios bajó del monte de su divinidad y tomó las debilidades de nuestra humanidad, una gran multitud de naciones
lo ha seguido. En ello se enseña a los maestros que se adecúen al auditorio en sus predicaciones, y según vean que cada uno puede comprender, así
le expliquen la palabra de Dios. Suben al monte
también los maestros cuando enseñan a los más
perfectos preceptos más excelentes, y bajan de él
cuando enseñan cosas sencillas a los más enfermos
Haymo
