LAS PRIMERAS CONDENAS PONTIFICIAS Clemente XII y Benedicto XIV: la excomunión confirmada

LAS PRIMERAS CONDENAS PONTIFICIAS
Clemente XII y Benedicto XIV: la excomunión confirmada

No habían pasado más que veintiún años desde el nacimiento de la Masonería cuando con bastante conocimiento de causa la Iglesia condenaba a la nueva secta. La primera de dichas condenas se debe a Clemente XII que mediante la bula In eminenti, de 1738, prohíbe a los católicos ingresar en la secta. Hablaba el papa de una sociedad entonces en pleno auge, trasplantada desde Inglaterra poco antes -la primera logia francesa se habia abierto en Paris en 1725-, que crecía en el Continente y parecía imparable: <[..] haciendo nuevos progresos cada día, ciertas sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos llamados vulgarmente de francmasones o bajo otra denominación>.

Reconocía ya en la Masonería una diversidad de denominaciones, que, con distintas apariencias, abarcaban a una serie de sectas que formaban una misma realidad. Y les atribuía una acción criminal sin paliativos: <Pero como tal es la naturaleza del crimen, que se descubre a sí mismo, da gritos que lo manifiestan y lo denuncian; de ahí, que las sociedades y conventículos susodichos han dado origen a tan fundadas sospechas que el alistarse en estas sociedades es para las personas honradas y prudentes contaminarse con el sello de la perversión y la maldad>.

Crimen, perversión y maldad son conceptos vinculados a la Masoneria en las condenas pontificias a partir de la primera hasta que el lenguaje de las mismas se modere en el siglo XX; aunque no por ello resulten menos claras estas últimas.  Antes de seguir adelante, conviene contextualizar el momento de la publicación de esta bula: a partir de 1715, Europa vive un periodo de transformaciones radicales en diferentes aspectos: comenzaba el movimiento cultural que se conocería como Ilustración, y se proclamaba bien pronto incompatible con la fe revelada; Francia, a pesar de seguir dictando las modas en la cultura europea, perdía la hegemonía continental a favor de Inglaterra – la gran beneficiaria del tratado de Utrech-, que se aprestaba a controlar las vías de navegación y el comercio internacional, socavando los imperios europeos mediante la creación del suyo; que iria creciendo en perjuicio de los existentes

Empezaba a considerarse de buen tono todo lo que viniera de Inglaterra; su influencia en el pensamiento ilustrado fue decisiva: de allí venía el deísmo, la creencia en el Ser Supremo que acabaría por imponerse en la cofradia de los philosophes; la Masonería sería clave en este proceso. Su conocimiento secreto la hacía atractiva para muchos espíritus selectos y curiosos; su racionalismo radical aparente y su concepto del Gran Arquitecto del Universo, parecía adecuarse al escepticismo ilustrado que se «liberaba» por entonces de la educación religiosa.

Aquel ambiente descreído, fatuo y hedonista que se imponía en las élites cultas, incluyendo a las católicas, sería ideal para la extensión de la secta . Pero, prescindiendo de esos espejismos de libertad individual y elevación del hombre a través del conocimiento – o de la gnosis , Clemente XII, señalaba <los grandes males que ordinariamente resultan de esta clase de asociaciones o conventículos, no solamente para la tranquilida de los Estados temporales, sino también para la salud de las almas>
Aparecían ya los dos argumentos fundamentales contra la secta: el peligro que representaba. Lorenzo Corsini, (Florencia 1652- Roma 1740); elegido el 12 de julio de 1730, murió a los 88 años el 6 de febrero de 1740 para la seguridad de los Estados y, sobre todo, para la salvación de las almas. Y denunciaba el mismo documento algo que volverá a aparecer en los siguientes: el engaño empleado por la secta para lograr prosélitos. Debía velar el papa, en el cumplimiento de su deber, <para que esta clase de hombres, lo mismo que los ladrones no asalten la casa y como los zorros no trabajen en demoler la viña, no perviertan el corazón de los sencillos, y no los traspasen en el secreto de sus dardos envenenados>, para cerrar el camino a <las iniquidades [..] que se cometerían impunemente>, avisando, como lo harán sus sucesores, de la impunidad en la que suelen quedar los crímenes de la secta. Por todo ello se pronunciaba:  [… hemos concluido y decretado condenar y prohibir estas sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos llamados de francmasones, o conocidos bajo cualquier otra denominación, como Nos los condenamos, los prohibimos por Nuestra presente Constitución valedera para siempre. Por eso prohibimos seriamente, y en virtud de la santa obediencia, a todos y cada uno de los fieles de Jesucristo de cualquier estado, gracia, condición, rango, dignidad y preeminencia que sean, laicos clérigos seculares regulares, aun los que O merezcan una mención particular, osar presumir bajo cualquier pretexto, bajo cualquier color que sea, entrar en las dichas sociedades de francmasones, o llamadas de otra manera, o propagarlas, sostenerlas o recibirlas en su casa, darles consejo, socorro o favor abierta o secretamente, directa o indirectamente por sí por medio de otros de cualquier manera que esto sea […] les ordenamos en absoluto que se abstengan enteramente de estas clases de sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o conventículos, esto bajo pena de excomunión en que incurren todos contraviniendo como arriba queda dicho, por el hecho y sin otra declaración de la que nadie puede recibir el beneficio de la absolución por otro sino por Nos o por el Pontífice romano que entonces exista, a no ser en el articulo de la muerte. [..]

No podían los fieles entrar en dichas sociedades ni colaborar con ellas de ninguna manera según esta constitución valedera para siempre>, bajo pena de ‣ excomunión ipso facto. Pero, a pesar de esta detallada declaración solemne del sumo pontífice, no tardaron las sociedades condenadas en hacer correr el rumor de que su condena estaba superada. Solo esperaron hasta la muerte de Clemente XII. De manera que Su sucesor, Benedicto XIV, se vio obligado a confirmarla mediante la Constitución Apostólica Próvidas, de 1751

Lorenzo Corsini, (Florencia 1652-Roma 1740)

Clemente XII, Bula In eminenti, 1738

Próspero Lambertini (Bolonia 1675- Roma 1758); elegido papa el 17 de agosto de 1740, murió, a la edad de 83 años, el 3 de mayo de 1758, siendo sepultado en el Vaticano

IGLESIA Y MASONERÍA. LAS DOS CIUDADES. Alberto Bárcena

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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