
Nadie está predestinado a la condenación, Dios quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim 2,4), para eso los creó. Dios nunca pensó en dos caminos -la condenación o la salvación-, sólo pensó en la salvación, no tenía otra opción. El Infierno es simplemente la negación, la no aceptación de ésta. El Cielo y el Infierno no son equiparables.