
Bastaba que un solo Evangelista lo hubiera dicho todo. Sin embargo, hablando todos por una misma boca, aunque no en los mismos tiempos ni en los mismos lugares, y sin haberse antes puesto de acuerdo, su testimonio adquiere la fuerza máxima de la verdad. Aun aquello mismo en lo que parecen discrepar sobre puntos insustanciales es la mejor prueba de su veracidad, ya que si en todo estuviesen acordes, pensarían los adversarios que se habían entendido para escribir lo que escribieron, como obedeciendo a una consigna. En todo lo principal, esto es, en todo lo concerniente a la moral o a la fe, ni en lo más leve discrepan. Si sobre los milagros el uno ha mencionado éstos y el otro aquéllos, no hay razón para desconcertarse, pues si uno solo lo hubiera dicho todo ¿cual sería el objeto de la narración de los demás? Y si todos hubieran narrado hechos diversos, mal podría manifestarse su conformidad. En cuanto a las variantes del tiempo y del modo de realizarse los sucesos, no destruye esto la verdad de los mismos, como se demostrará más adelante
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 1,2