Las grandes líneas de una concepción del mundo
Para este análisis he de valerme no de lo que es secreto sino de lo que es público. En las Constituciones de Anderson y Desaguliers y en textos posteriores con mínimas variantes, se lee: «Un masón está obligado, en razón de su título, a obedecer la ley moral; y si interpreta el arte no será nunca un ateo estúpido ni un libertino sin religión. Antiguamente, los masones estaban obligados, en cada país, a profesar la religión de su patria y nación, cuales quiera que éstas fuesen, pero hoy, dejando al arbitrio de ellos sus opiniones particulares, se estima más apropiado obligarlos solamente a seguir la religión sobre la cual todos los hombres están de acuerdo. Consiste ésta en ser buenos, sinceros, modestos y honrados, cualesquieran fuesen la denominación o creencia personal que se posea, de donde se sigue que la masonería es el centro de unión y el medio de conciliar una sincera amistad entre personas que no hubieran podido conocerse y frecuentarse de otro modo» Todo el texto parece dominado por la obligación de obediencia a la ‘ley moral» que, en el ambiente doctrinal de comienzos del siglo xviii en el cual actuaron Anderson y Desaguliers, supone adhesión a cierto iusnaturalismo racionalista; pero el pasaje decisivo (sobre todo para un católico) es aquel en el cual se afirma la obligación «de seguir solamente la religión sobre la cual todos los hombres están de acuerdo». Esto supone ya una tesis consistente en la afirmación de que ser buenos, sinceros, modestos y honrados» son las manifestaciones de una religión (natural) que, de hecho, niega la existencia de una Religión sobrenatural que se presente como la única religión verdadera. Todas «las» religiones deben situarse en el mismo igualitario nivel y, por eso, la masonería será el «centro de unión» de una fraternidad planetaria, de un «ecumenismo» secularista
Meurin, S.I., Mons. León, Simbolismo de la masonería, trad. y Epílogo de Carla villa, Mauricio, Ed. Nuevo Orden, Buenos Aires, 1982.
