Estos cambios culturales sirven por supuesto a cambios de índole político y económico. Donde la multiplicidad de iglesias desactivó el dominio efectivo de la Iglesia Católica, el mantenimiento del orden social y cultural terminó en manos civiles y sirvió a la centralización estatal. Toda una «voluntad de saber» será concentrada en el Estado, que encontrará en la ecuación saber-poder la razón para financiar la producción de nuevo conocimiento y su aplicación práctica.
Adicionalmente, la ascesis calvinista establecerá una ética del trabajo duro y de la autodisciplina que, fundada en los logros personales en el aquí abajo, determina nuestro lugar en el allá arriba, dinamizando sin proponérselo el crecimiento racional de los negocios y la actividad profesional.
Vicente Massot, analizando los estudios de Ernst Troeltsch al respecto, ofrece una importante conclusión que ilustra lo que aquí se viene exponiendo: «el protestantismo —sobre todo el nuevo— al haber renegado de una autoridad o jerarquía omnicomprensiva, hizo que la religiosidad naciente no estuviese directamente vinculada a la cultura».
No es, en efecto, simplemente la fragmentación de una tradición y de una institución tradicional lo que hace al protestantismo tan importante para la modernidad, sino su capacidad para inaugurar una nueva tradición donde lo religioso se ha desplazado, sobre todo, a la esfera de lo privado.
Vicente Gonzalo Massot Max Weber su sombra. La polémica sobre la religión el
capitalismo (Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, – 1992)
