Romance de la gotita de agua

(si lo leen Meditenlo despacio)
Un romance sobre una gota de agua, que quiere expresar la vida según la voluntad de Dios
Pues, he aquí que una vez, / una gotita de agua / en lo profundo del mar / vivía con sus hermanas.
Era feliz la gotita… / libre y rápida bogaba / por los espacios inmensos / del mar de tranquilas aguas / trenzando rayos de sol / con blondas de espuma blanca.
¡Qué contenta se sentía, / pobre gotita de agua, / de ser humilde y pequeña, / de vivir allí olvidada / sin que nadie lo supiera, / sin que nadie lo notara!
Era feliz la gotita… / ni envidiosa ni envidiada, / sólo un deseo tenía, / sólo un anhelo expresaba…
En la calma de la noche / y al despertar la alborada / con su voz hecha murmullo / el Buen Dios así rezaba: / «Señor, que se cumpla en mí / siempre tu voluntad santa; / yo quiero lo que Tú quieras, / haz de mi cuanto te plazca»… / y escuchando esta oración, / Dios sonreía… y callaba.
Una tarde veraniega / durmióse la mar, cansada, / soñando que era un espejo / de fina y de bruñida / un sol de fuego lanzaba / sus besos más ardorosos.
Era feliz la gotita / al sentirse así besada… / el sol, con tiernas caricias, / la atraía y elevaba / hacia él y, en un momento, / transformóla en nube blanda.
Se reía la gotita / al ver cuan alto volaba, / y, dichosa, repetía / su oración acostumbrada: / «Cúmplase, Señor, en mí / Siempre tu voluntad santa»… / al escucharla el Señor / se sonreía… y callaba.
Mas, llegado el crudo invierno / la humilde gota de agua, / estremecida de frío, / notó que se congelaba / y, dejando de ser nube, / fue copo de nieve blanca.
Era feliz la gotita / cuando, volando, tornaba / a la tierra, revestida / de túnica inmaculada / y en lo más alto de un monte / posaba su leve planta.
Al verse tan pura y bella / llena de gozo rezaba: / «Señor, que se cumpla en mí / Siempre tu voluntad santa»… / y allá, en lo alto del cielo / Dios sonreía… y callaba…
Y llegó la primavera / de mil galas ataviada; / al beso dulce del sol / fundióse la nieve blanca / que, en arroyo convertida, / saltando alegre cantaba / al descender de la altura / cual hilo de fina plata.
Era feliz la gotita… / ¡cuánto reía y gozaba / cruzando prados y bosques / en su acelerada marcha! / y a su Dios esta oración / suavemente murmuraba: / «En el cielo y en el mar, / en el prado o la montaña, / sólo deseo, Señor, / cumplir tu voluntad santa»… / y Dios, al verla tan fiel, / se sonreía… y callaba…
Pero un día la gotita / contempló, aterrorizada, / la oscura boca de un túnel / que engullirla amenazaba, / trató de huir, mas en vano, / allí quedó encarcelada / en tenebrosa mazmorra / musitando en su desgracia / aquella misma oración / que antes, dichosa, rezaba: / «Señor, que se cumpla en mí / siempre tu voluntad santa… / en esta noche tan negra, / en esta noche tan larga / en que me encuentro perdida / Tú sabes lo que me aguarda, / yo quiero lo Tú quieras, / haz de mí cuanto te plazca»… / mirándola complacido / Dios sonreía… y callaba…
Pasaron día y noches / y pasaron las semanas, / pasaron, lentos, los meses / y la gota, aprisionada / en aquel túnel tan triste / iba avanzado en su marcha / y… fue feliz la gotita, / porque cuando a Dios oraba, / sentía una paz muy honda / y de sí misma olvidada, / vivía para cumplir / de Dios la voluntad santa.
Mas, he aquí que, de pronto, / quedó como deslumbrada, / había vuelto a la luz / y se encontró colocada / en una linda jarrita / que una monjita descalza / depositó con amor / sobre el ara consagrada.
Presa de dulce emoción / la pobre gota temblaba / diciendo : «Yo no soy digna / de vivir en esta casa, / que es la casa de mi Dios / y de sus esposas castas». / El Señor que la vio humilde / Sonreía… y se acercaba.
Empezó la Eucaristía, / la gotita que, admiraba, / los ritos iba siguiendo, / sintió que la trasladaban / desde la bella jarrita / hasta la copa dorada / del cáliz de salvación / y, con el vino mezclada, / en puro arrobo de amor / repetía su plegaria: / «Señor que se cumpla en mí / siempre tu voluntad santa»… / y sonreía el Señor, / sonreía… y se acercaba…
Llegado ya el gran momento, / resonaron las palabras / más sublimes que en la tierra / pudieron ser pronunciadas, / y el altar se hizo Belén / en el Vino y la Hostia santa. / Y… ¿qué fue de la gotita ?… / ¡Feliz gotita de agua!… / Sintió el abrazo divino / que hacia Sí la arrebataba / mientras, por última vez / mansamente suspiraba: / «Señor, que se cumpla en mí / siempre tu voluntad santa»… / y, al escucharla su Dios / sonreía… y la besaba / con un beso tan ardiente / que el «Todo» absorbió a la «nada» / y en la sangre de Jesús / la dejó transubstanciada…
Esta es la pequeña historia / de una gotita de agua / que quiso siempre cumplir / de Dios la voluntad santa
Poema escrito por una carmelita descalza de Igualada (Cataluña, España)
Foto de Albin Castro.

Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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