
Me encontraba hace algunos años escuchando a uno de mis maestros en Doctrina Social Cristiana quién decía “Qué me perdone nuestro Señor Jesucristo pero eso de perdonar a los enemigos es una verdadera locura, si a mi esposa a la que amo, ¡a veces me dan ganas de matarla en lugar de perdonarla!”
Y supongo que todos en algún momento –algunos quizá con demasiada frecuencia- hemos sido abrazados por ese fuego interior que nos llama al desquite, a la venganza, a la indignación, o frustración, ante un agravio, injusticia, o contrariedad. Por supuesto que en lo que menos pensamos es en perdonar a quién causó el enojo.
Y efectivamente, la doctrina cristiana del perdón, de poner la otra mejilla, de entregar la otra túnica al que te despoja, parece, sí no una verdadera locura, por lo menos difícil de aplicar. Y sin embargo, el perdón está en la base de la reconciliación, de la paz, de la misericordia, que son características del cristiano.
Mi maestro continuaba su charla: “perdonar no es natural, lo natural es querer desquitarse, perdonar es sobrenatural, ya que sólo se puede hacer con ayuda de la gracia.” Esta condición sobrenatural a la que todos podemos acceder al aceptar la acción de Dios en nosotros, reconociendo un Padre que nos hace hermanos de todos, trasciende lo natural y se ubica en el plano de la vida de gracia.
En las circunstancias actuales de tanta violencia, de muerte, injusticia e impunidad, buscar la paz a través del perdón o la reconciliación, no parece un camino de solución. Sin embargo, aceptando que la fuerza del Espíritu Santo se puede manifestar a través de nosotros con la gracia de Dios, y que Dios nos promete y nos da la paz, es más fácil entender que el perdón es un camino seguro hacia la paz.
Integrar nuestra libertad con la gracia, lo natural con lo sobrenatural, es un reto de todo cristiano, y es una realidad que nos puede ayudar a transformar nuestra realidad personal, y de convivencia en el mundo. Por nuestra libertad tenemos la capacidad de perdonar, pero en muchas ocasiones necesitamos la fuerza de la gracia, para poder caminar ese camino que a veces nos parece tan arduo, el del perdón.
¡Sí se puede perdonar, y además lo necesitamos! ¿Estamos dispuestos a hacer lo necesario para perdonar? Esto es, ¿buscar la vida de gracia para poder llevar a Dios a los ámbitos que de otra manera seguirán manifestando los frutos de su ausencia: violencia, injusticia, impunidad, odio, venganza y todo aquello que nos aleja del perdón y la paz?