Si alguien elige hablar y escribir de manera diferente y usar las palabras o los pronombres que se le antojen, sin duda que puede hacerlo, aunque tal vez no deba… Pero que recuerde que nuestro lenguaje incluye términos masculinos, femeninos y neutros, los cuales son auténticamente inclusivos.
Por lo tanto, cualquier ser racional que se “sienta excluido” solo tiene que culparse a sí mismo, a sí misma, o al pronombre o género que corresponda. Por cierto, si la palabra “hijos” y el pronombre “él” son sexistas, ¿cómo puede ser que la palabra “hijas” y el pronombre “ella” no lo sean? Después de todo, y esto es lo gracioso, tanto en el idioma español como en el inglés y muchos otros, uno puede leer “hijos” sin pensar en un hombre, pero nadie puede leer “ella” o “hijas” sin pensar en una mujer. Por eso, el usar el poder del Estado para obligar a los ciudadanos a utilizar un tipo de lenguaje que contradiga a la ciencia y el sentido común es totalmente inaceptable.
Pablo Muñoz Iturrieta Atrapado en el cuerpo equivocado La idęolögīa de gėnērø frente a la ciencia y la filosofía
