De acuerdo con esta teoría desarrollada a inicios de los setenta, los componentes fundamentales de la materia no son como puntos matemáticos cero- dimensionales sino más bien como entidades unidimensionales (líneas) llamadas “cuerdas”. Estas cuerdas serían tan pequeñas que incluso en la diminuta escala de las partículas parecerían como puntos, siendo que cada partícula es creada de algún modo por los diferentes patrones de vibración de las cuerdas. Pronto comenzó a crecer el entusiasmo por la teoría de las cuerdas entre los físicos teóricos. En 1983, se publicaron 16 artículos sobre cuerdas; en 1984, 51; en 1985, 316 y en 1986, 639 (51). La razón de ello era que, como comenta Smolin, “la promesa de la teoría de las cuerdas excedía con mucho a cualquier otra teoría unificada propuesta hasta este momento” al punto que “rápidamente se generó una atmósfera casi como de secta religiosa: o eras un teórico de las cuerdas, o no lo eras”. Pero la teoría de las cuerdas se encontró con un problema: tras una versión inicial de ecuaciones que la sustentaba, fueron descubiertas otras ecuaciones, igualmente coherentes. Había alrededor de cinco grandes teorías de las cuerdas -basadas en un universo de diez dimensiones- y todas ellas parecían ser correctas. Los científicos no sabían qué hacer con la contradicción de cinco conjuntos de ecuaciones para describir el mismo fenómeno
Peter Woit, Not Even Wrong, Ed Basic Books 2006, p. 158
Lee Smolin, The Trouble with Physics, Ed E Houghton Mifflin 2006, P. 116
Peter Woit, Not Even Wrong, Ed. Basic Books 2006, p.215
