Apelar a los multiversos para explicar cualquier evento con complejidad específica implicaría simple y llanamente la destrucción de todo el pensamiento y acción racional. Para dilucidar correctamente esto debemos comenzar por entender qué significa “complejidad específica”. Un ejemplo del mismo autor de este concepto, el filósofo y matemático William Dembski, puede ser muy instructivo al respecto:
“Una sola letra de un alfabeto es específica sin ser compleja.
Una larga frase de letras escogidas de forma aleatoria es compleja pero no específica.
Un soneto de Shakespeare es complejo y específico”.
Entonces, la complejidad específica se refiere a aquella que tiene información organizada de modo significativo. Pues bien, imaginemos que explicamos cualquier evento del universo (como el ajuste fino) apelando a la hipótesis multiverso.
En ese caso si estuviéramos jugando póker con un amigo y este nos venciera 100 veces consecutivas sacando siempre a la primera una “escalera real” (la mejor combinación de ese juego), nosotros no podríamos decirle de modo coherente que hace trampa porque él bien podría respondernos: “No, amigo, lo que sucede es que en este multiverso en que vivimos se dan todos los eventos posibles y evidentemente va a haber uno en el que yo voy a sacar una ‘escalera real’ 100 veces seguidas”. Pero en el fondo sabemos que hay algo incoherente ahí. Es cierto que en cada mano debe haber una combinación de 5 cartas cualesquiera ¡pero la combinación de “escalera real” tiene evidentemente complejidad específica! Y lo mismo vale para el ajuste fino pues la vida consciente e interactiva también exhibe ese tipo de complejidad: no es un acontecimiento común e insignificante el que hayan seres que comúnmente se pregunten sobre el significado.
