Gracias a Dios no me encuentro entre aquellos (hoy numerosos) que están convencidos de que a ellos se les ha concedido descubrir en qué consista el «verdadero» cristianismo, la «verdadera» Iglesia. Y que piensan que sólo a partir de los años sesenta del siglo XX un grupo de teólogos académicos habrían descubierto qué quiere decir verdaderamente el Evangelio. Como si, durante tantos siglos, el Espíritu Santo hubiera estado aletargado o, sádicamente, se hubiera divertido inspirando de modo erróneo y abusivo a tantas generaciones de creyentes, entre los cuales una multitud de santos que solamente Dios conoce.
En realidad, no somos sino enanos sobre las espaldas de gigantes. Y solamente la conciencia de nuestro extraordinario pasado donde abundó el pecado, sí, pero también la gracia, puede abrirnos el camino del futuro.
VITTORIO MESSORI
