Aquí partiremos definiendo al hombre como una unidad sustancial de cuerpo y espíritu, es decir, de una parte material y otra inmaterial. El espíritu es la parte inmaterial. Pero esa definición es todavía demasiado general. Hay que determinar su especificidad.
Y eso nos lleva a la cuestión de las potencias constitutivas del espíritu: el intelecto y la voluntad. Como potencias que son, se corresponden con determinados actos: el acto del intelecto es pensar y el acto de la voluntad es querer. Así pues, dados estos elementos, podemos finalmente definir al espíritu como aquel sustrato ontológico inmaterial que sustenta las potencias de intelecto y voluntad junto con sus respectivos correlatos operacionales trascendentes (pensar y querer).
Y es partir de allí que se estructura la experiencia religiosa: el hombre cree con su intelecto y actúa en consecuencia desde su voluntad. Así, por medio de esa experiencia integral, el hombre se re- liga con la divinidad. Hemos hallado, por tanto, la base antropológica de la religión: el espíritu. Sin embargo, su existencia no es evidente para todos
Dante A. Urbina
¿CUÁL ES LA RELIGIÓN VERDADERA?: Demostración racional de en cuál Dios se ha revelado
