La Edad Media fue fecundísima en pinturas y no fueron sino los protestantes los que en el siglo XVI rehabilitaron la herejía iconoclasta que veía en toda manifestación artística un motivo de pecado. Para esto basta entrar en un templo protestante de los de antes;, alli se preferían escenarios visualmente vacios para oficiar los servicios religiosos e incluso se prohibieron, durante cierto tiempo,los instrumentos musicales
En cuanto a la arquitectura medieval, hoy redescubierta sin tantos prejuicios, hay que recordar que era producto de toda una cosmovisión;, basta pasear por Rouen, Estrasburgo, Amsterdam o por el Barrio Latino de París para darse una idea de la vivacidad de colores y armonía para los sentidos. El uso de la madera como adorno de las paredes exteriores no tenían «ninguna función», más que la de alegrar la vista; las chimeneas en forma de escalones-típicos de la ciudad de Brujas-o los puentes venecianos con su desafío a la ley de gravedad, servían no solo para calentar la casa o pasar de una costa a otra sino
sobre todo para «gustar», es decir, para ser una manifestación de la alegría, la belleza que se llevaba dentro.
La famosa catedral de Chartres, donde se alberga el velo de la Virgen María, resulta un ejemplo precioso. Según Frick, (un autor bastante hostil al mundo cristiano) la construcción de este maravilloso edificio se inició en 1194 y concluyó en 1240.
Para levantar la catedral, que embellecería la ciudad y colmaría las aspiraciones religiosas de sus habitantes, se requirió de ellos mismos la contribución de dinero y esfuerzo año tras
año, por espacio de casi medio siglo. Éstos recorrían grandes distancias para extraer la roca de las canteras. Animados por sus sacerdotes, hombres, mujeres y niños tiraban de precarios carros cargados de materiales de construcción. Dia tras día realizaban el
fatigoso viaje a las canteras y, cuando de noche interrumpían su trabajo, exhaustos tras el esfuerzo, destinaban su tiempo libre a la confesión y la oración»
THOMAS WOODS, op. cit., 154
*Para el tema, los libros principales son, entre otros, EMILE MÂLE, L’art religieux du X1lè siècle en France, Armand Colin, Paris 1953; RÉGINE PERNOUD, Las grandes épocas del arte occidental, Hachette, Buenos Aires 1954, 280 pp. y, una vez más ALFREDO SÁENZ, La Cristiandad y su cosmovisión, Gladius, Buenos Aires 2007 (en esp. 251-310)
ALEXANDER FRICK, The Rise of the Mediaeval Church, Burt
