Evangelio según san Mateo, 6: 26- 27 «Mirad las aves
del cielo que no siembran, ni siegan, ni amontonan en
hórreos; y vuestro padre celestial las alimenta. :Pues
no sois vosotros más que ellas? cY quién de vosotros
discurriendo puede añadir un codo a su estatura?» (vv.
26-27)
Algunos dicen que no deben trabajar, por la misma razón que las aves del cielo ni siembran ni siegan: por qué no atienden lo que sigue: «Ni recogen en graneros»? :Por qué éstos quieren tener sus manos ociosas, y a la vez llenos sus almacenes? ;Por qué, finalmente, muelen y cuecen?
Las aves del cielo no hacen estas cosas. Y si encuentran algunos a quienes esto persuada, que les traigan todos los días comidas preparadas. Por lo menos sacan agua de las fuentes, o de las cisternas, o de los pozos, los agotan y los reponen, lo cual no hacen las aves.
Mas si ni aun se ven precisados a llenar sus vasos de
agua, han adelantado con un nuevo grado de virtud aun
a los primeros cristianos de Jerusalén, quienes hicieron
pan, o procuraron que se hiciese del trigo que se les había enviado de Grecia, lo cual no hacen las aves. No pueden tampoco observar estas cosas, esto es, el no guardar para mañana, aquellos que se separan por muchos días del trato de los hombres, y se encierran, no permitiendo la entrada a nadie, viviendo con el alto fin de hacer oración
Cuanto más santos son, más desemejantes se muestran
de las aves. Por consiguiente, lo que dice el Senor
respecto de las aves del cielo, se refiere a convencernos
que ninguno debe creer que Dios no se cuida de procurar lo necesario a los que le sirven, siendo así que su Providencia se extiende hasta gobernar estas cosas. Y no se diga por esto que Dios no alimenta a aquellos que trabajan con sus manos, ni por aquello que dijo el Señor ( Sal 49,15 ): «Invócame en el día de la tribulación, y te sacaré de ella», no debió huir el a Apóstol ( Hch 9), sino esperar que lo prendiesen y que Dios lo librase, como a los tres niños de en medio del fuego. Así como los santos al huir de este modo podían contestar a esta dificultad, diciendo que no deben tentar a Dios, sino que entonces Dios, si quisiese, haría tales cosas para librarlos como libró a Daniel ( Dn 6) de entre los leones y a San Pedro de las cadenas ( Hch 12) cuando ellos no podian hacer nada y que, por otra parte, aunque les permite la huida y por medio de ella pueden librarse, no son ellos, sino Dios quien los libra. Así también los siervos de Dios, que pueden ganarse el sustento con sus manos, si alguno les argumenta con las palabras
del Evangelio en esta parte que habla de las aves del
cielo que ni siembran ni siegan, pueden responder con
toda oportunidad: «Si nosotros por alguna enfermedad u ocupación no podemos trabajar, el Señor nos alimentará, como alimenta a las aves del cielo que no trabajan
Cuando podemos trabajar, no podemos tentar a Dios,
porque todo lo que podemos hacer, lo podemos por
su auxilio, y todo el tiempo que aquí vivimos, por su
largueza vivimos, pues nos ha dado el que podamos
vivir, y El nos alimenta del mismo modo que alimenta
a las aves, como se dice: «Y vuestro Padre celestial las
alimenta: :acaso no se cuidará de vosotros con mucha
más razón?..»
San Agustín, de opere monachorum, 23
