La igualdad no es de ninguna manera el único valor moderno. Los valores modernos se pueden sintetizar en la terna revolucionaria <libertad igualdad y fraternidad>. En torno a esta terna se articulan tres ideologías modernas fundamentales: el liberalismo, el socialismo y el nacionalismo. Conforme a lo dicho anteriormente, sería un error suponer a priori que estas ideologías representarían con carácter absoluto algún punto de la díada izquierda/derecha. Esta es una suposición frecuente, pero que no resiste el contraste histórico. Lo que tanto abruma a quienes buscan definir de manera absoluta la díada izquierda/derecha, en tanto que identidad respecto de alguna ideologia particular (por ejemplo: <el liberalismo es de derecha> 0 <el
liberalismo no es de derecha>), es precisamente que estas ideologias se mueven a lo ancho del eje horizontal, de un lado a otro, según múltiples factores y según distintas coyunturas. Así sucede, por ejemplo, con el liberalismo.
Como fuerza revolucionaria que coadyuba a la pulverización del Antiguo Régimen, el liberalismo se mostró como una expresión de izquierdas. Al liberal no le repele el Estado resultante que declara la igualdad formal de los hombres, sino todo lo contrario. Bastiat, por ejemplo, se sentó a la izquierda. Ahora bien, esa igualdad es resultado de ese mismo Estado que tiene el poder necesario para volar por los aires la vieja estructura social: <el Estado soberano obligó y forzó a nuestros antepasados a adoptar las costumbres de la igualdad>, dice con razón Pierre Manent. Sin embargo, el Estado va a ir haciéndose con el poder para muchas otras cosas, y dado que puede querer ir más allá (por ejemplo, pretendiendo igualdad económica), y poner así en peligro las libertades individuales del orden liberal, el liberalismo se levanta a continuación como una filosofía que procura limitar al Leviatán. Es precisamente cuando el liberalismo muestra esta cara cuando puede convertirse en una expresión de derechas, porque se propone bloquear de distintas maneras los procesos revolucionarios o constructivistas que determinados Estados pudieran poner en marcha. Y esto es lo que en efecto ocurrió: la emergencia del socialismo corrió al liberalismo a la derecha, después de haber estado cómodamente sentado a la izquierda. Así, las ideas dispares de Smith, Stuart Mill y Stein – además del propio Bastiat- fueron recuperadas en el siglo XX por aquellos liberales, conservadores, socialcristianos y socialdemócratas que se enfrentaron al bolchevismo y al nacionalsocialismo
Pierre Manent, La razón de las naciones. Reflexiones sobre la democracia en Europa (Madrid: Escolar y Mayo Editores, 2009), p. 35
