Abraham fue el primero que mereció el testimonio de la fe «porque creyó a Dios y le fue imputado por justicia» ( Rom 4,3 ). Así también debió ser indicado como fundador del linaje de Cristo, porque mereció primero la promesa de la institución de la Iglesia por estas palabras: «Y en ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra» ( Gén 22,18 ). Y a David se le concedió a su vez que Jesús fuese llamado hijo suyo, reservándosele esta prerrogativa: que desde él se empezase a contar la generación del Señor
San Ambrosio, in Lucam, 3,3