Evangelio según san Mateo, 3: 1- 3 Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de la Judea, y diciendo: «Haced penitencia, porque se ha acercado el reino de los cielos». Pues éste es de quien habló el Profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto. Aparejad el camino del Señor: haced derechas sus veredas. (vv. 1- 3)
La voz es un sonido confuso, que no manifiesta ningún secreto del corazón, sino que significa solamente que el que clama quiere decir algo. La palabra, pues, es una locución que manifiesta el misterio del corazón, pero la voz es común a los hombres y a los animales; la palabra es sólo propia de los hombres. Por eso San Juan se llama voz y no palabra, porque por su medio Dios no manifestó sus disposiciones sino tan sólo su intención de hacer algo en beneficio de los hombres. Después manifestó por medio de su Hijo, de una manera clara, el misterio de su voluntad
Pseudo- Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 3
