Sin llegar a los excesos de la franca y formal desobediencia, que es el pecado diametralmente opuesto a la obediencia, ¡cuántos modos y maneras ha de falsificar o deformar esta virtud, tan contraria al instinto de natural rebeldía propio del espíritu humano! He aquí algunas de sus principales manifestaciones:
Obediencia sabia: siempre con el Código Canónico o la regla en la mano para saber hasta dónde está obligado a obedecer o dónde empieza “a excederse” el superior. ¡Qué mezquindad!
ROYO, Antonio. Op. cit. Pp. 580-581
