¿Cómo se genera la opinión pública?
El hombre teme el aislamiento, y los medios pueden jugar de alguna manera con esa sensación. La psicología social ha demostrado con célebres experimentos sociales la inclinación que tiene el ser humano a adherirse a las opiniones y percepciones mayoritarias, incluso cuando estas van contra toda evidencia o experiencia personal. Es conocido por ejemplo el experimento de Solomon Asch realizado más de cincuenta veces en la década de 1950 en Estados Unidos, en el que a los sujetos se les presentaban tres líneas bajo la consigna de que debían señalar cuál de ellas era más parecida a una cuarta línea en cuanto a su longitud. La respuesta era a todas luces evidente: de las tres líneas, había una que era virtualmente idéntica a la cuarta línea, y otras dos que eran notablemente diferentes.
Pero el experimento se realizaba en grupos, de siete a nueve personas, de las cuales todas menos una eran cómplices de Asch y brindaban adrede una respuesta evidentemente errónea. El último en dar su respuesta, en cada ronda, era el sujeto cuya conducta se estaba estudiando y que desconocía que los demás eran asistentes del experimento.
Lo que se pretendía medir, entonces, era la incidencia de la opinión del grupo sobre el sujeto no avisado, y los resultados fueron contundentes: solo un 25% de las personas se aferraba en todos los casos a su propia percepción sobre la longitud de las líneas, mientras que la mayor parte terminaba uniéndose al punto de vista mayoritario, aunque fuera a todas luces equivocado.
Asch, Solomon E., Studies of Independence and Conformity: I. A Minority of One against a Unanimous Majority. Psychological Monographs: General and Applied, (Washington: American Psychological Ass, 1956), 70(9), pp. 1–70.
