Kant fue un lector entusiasta de Rousseau, y también dejó textos sobre pedagogia en los que la educación adquiere dimensiones antropológicas similares: <El hombre es la única criatura que ha de ser educada> y, más aún, <únicamente por la educación el hombre puede llegar a ser hombre>. Esta idea, tan extraña para nosotros, que vemos en la educación una mera instrucción técnica para gozar de una salida laboral, se repite una y otra vez. Así pues, la educación es un proceso por medio del cual el hombre se vuelve <disciplinado>, <cultivado>, <prudente> y <moral>: estas son las cuatro dimensiones que Kant concibe para la educación. De esta manera, el hombre se aleja de la barbarie, se le instruye en diversos saberes y habilidades, se le enseña a vivir en sociedad y se le proveen criterios para elegir los fines buenos. Las esperanzas de la Ilustración como progreso de la humanidad se cifran en el poder de la educación: <Es probable que la educación vaya mejorándose constantemente, y que cada generación dé un paso hacia la perfección de la humanidad> Hoy, lo único que se perfecciona es la técnica. La posmodernidad descansa en la frustración de aquellas esperanzas. Por siglos, nuestra civilización entrelazó la educación con la metafísica, con la teologia, con la antropologia, con la estética, con la ética y con la política. Todos estos sentidos profundos de la educación están hoy perdidos
Immanuel Kant, Pedagogía. Madrid: Akal, 2003,pp. 29 y 31
377. Immanuel Kant, Pedagogía. Madrid:
Akal, 2003,pp. 29 y 31.
