El Castigo temporal o medicinal (Es mejor comunión frecuente)



En la Biblia frecuentemente se ve el castigo temporal como un medio medicinal para purificar al pecador o invitarle a conversión. La Iglesia misma en su disciplina de la excomunión castigaba con carácter misericordioso y medicinal excluyendo de la comunión eclesial a aquellos cuyas faltas lo ameritaban para que se convirtieran. Un ejemplo lo vemos en la primera
epístola a los corintios donde San Pablo castiga
con la excomunión a uno de los miembros de la
Iglesia que vivía en adulterio: «Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una inmoralidad tal, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre.. Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a de
fin que el espiritu se salve en el Dia del Senor.» (1
Corintios 5,2- 5), sin embargo en su siguiente
carta San Pablo explica que el castigo buscaba su
conversión e invita a perdonarle: «Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.» (2 Corintios 2,6- 7). Otro ejemplo lo encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica en donde se distingue entre el castigo de los condenados del castigo temporal que reciben las almas del purgatorio: «La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.» (CEC 1031)

En el Antiguo Testamento abundan los ejemplos de castigos de parte de Dios que tienen tanto carácter medicinal así como la finalidad de impartir la justa retribución por parte de Dios por el pecado. Entre ellos podemos mencionar la destrucción de Sodoma y Gomorra, el Diluvio, la amenaza de la destrucción de Nínive, las plagas de Egipto, el castigo de David por su adulterio y
asesinato de Urias el Hitita, etc.

El Nuevo Testamento no es la excepción. San Pablo por ejemplo, habla de cómo aquellos que recibían indignamente la Eucaristía eran castigados con enfermedades e incluso con la muerte: «Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos.» (1 Corintios 11,29- 30) Se menciona también el castigo de Herodes por no haber reconocido la gloria de Dios quedando enfermo hasta morir: «El día convenido, Herodes, vestido con las vestiduras reales y sentado en su estrado, los arengaba, mientras el pueblo aclamaba: įVoz de dios, no de hombre! De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos.»( Hechos 12,21-23) También está el castigo de Ananías y Safira por haber mentido al Espíritu Santo: «Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una propiedad, y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su mujer; la otra parte la trajo y la puso a los pies de los apóstoles. Pedro le dijo: <Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del campo? ¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías disponer del precio? Por qué determinaste en tu corazón hacer esto? Nos has mentido a los hombres, sino a Dios.> Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron. Se levantaron los jóvenes, le amortajaron y le llevaron a enterrar. Unas tres horas más tarde entró su mujer que ignoraba lo que había pasado. Pedro le preguntó: <Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?> Ella respondió: <Si, en eso.> Y Pedro le replicó: <Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí a la puerta están los pies de los que han enterrado a tu marido; ellos te llevarán a ti.> Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.» (Hechos 5,1- 10) Y así como estos hay más casos, como el enmudecimiento de
Zacarías por su incredulidad al anunciarle el nacimiento de Juan Bautista (Lucas 1,20), etc.

Es tan absurdo negar el castigo de Dios, que implica contradecir los propios mandamientos divinos, pues en ellos Dios menciona la clara posibilidad de castigar a quienes los desobedece: «No pronunciarás en vano el nombre del Seňor, tu Dios, porque Él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano» (Éxodo 20,7) Por eso insisto antes de continuar, que debe quedar claro que
el castigo temporal no excluye sino que comprende la corrección, tal como queda claro en la Escritura:

«Castigando la culpa educas al hombre, y roes
como polilla sus tesoros. El hombre no es más
que un soplo.» (Salmo 39,12) «Así como usa de
misericordia, así también castiga; él juzga al hombre según sus obras.» (Eclesiástico 47,13) «El castigo y la reprensión acarrean sabiduría; pero el muchacho abandonado a sus antojos, es la confusión de su madre.» (Proverbios 29,1 5) «Porque el Señor castiga a los que ama, y en los cuales tiene puesto su afecto, como lo tiene un padre en sus hijos.» (Proverbios 3,12) «Si bien cuando lo somos, el Señor nos castiga como a hijos con el fin de que no seamos condenados
junto con este mundo.» (1 Corintios 11,32) «Sino que os habéis olvidado ya de las palabras de consuelo, que os dirige Dios como a hijos,
diciendo en la Escritura. Hijo mío, no desprecies la
corrección o castigo del Señor, ni caigas de ánimo
cuando te reprende.» (Hebreos 12,4) «Porque el
Señor al que ama, le castiga; y a cualquiera que
recibe por hijo suyo, le azota y le prueba con
adversidades.» (Hebreos 12,5) Además, este castigo que Dios impone al pecador no es tan sólo un medio correctivo o intimidatorio, sino que también persigue la expiación de la ofensa inferida a Dios y la restauración del orden moral perturbado por el pecado

El castigo que Dios impone al pecador no es tan
sólo un medio correctivo o intimidatorio, como enseñaron B. Stattler (1797) y J. Hermes (1831), sino que ante todo persigue la expiación de la ofensa inferida a Dios y la restauración del orden moral perturbado por el pecado: Deuteronomio 32,41: <Yo retribuiré con mi venganza a mis enemigos, y daré su merecido a los que me aborrecen>; Romanos 12, 19: <Escrito está: «A mí la venganza, yo haré justicia, dice el Señor»>. La pena del infierno, por su duración eterna, sólo puede tener carácter vindicativo para los condenados (Mt 25, 41 y 46). Por otra parte, no
hay que exagerar de tal forma el carácter vindicativo de los castigos divinos, como si Dios se viera obligado por su justicia a no perdonar el pecado hasta exigir una satisfacción completa, como enseñaron, siguiendo el ejemplo de San Anselmo de Cantorbery (1109), H Tournely (1729) y Fr. X. Dieringer (1876) Como Dios, por ser soberano y señor universal, no tiene que dar cuenta a ningún poder superior, tiene derecho a ser clemente, y esto significa que es libre para perdonar a los pecadores arrepentidos sin que
ellos ofrezcan una satisfacción congrua o sin satisfacción alguna.

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Publicado por paquetecuete

Cristiano Católico Apostólico y Romano

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