Te pido perdón, Buen Señor, por haberte dado la espalda. Sé que tu amor y tu perdón son infinitos y eso me llena de esperanza, pues como dice San Juan «si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia (1Jn 1,9).
