La oración vocal, fundada en la unión del cuerpo con el espíritu en la naturaleza humana, asocia el cuerpo a la oración interior del corazón a ejemplo de Cristo que ora a su Padre y enseña el “Padre Nuestro” a sus discípulos.
La oración vocal es un elemento indispensable de la vida cristiana. A los discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les enseña una oración vocal: el “Padre Nuestro”. Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva desde las profundidades del alma.
Esto es “rezar”, es decir, recitar oraciones bellísimas que grandes hombres de Dios han elaborado. Algunas personas quieren crear una oposición entre rezar y orar, como si lo primero fuera algo mecánico y sin alma y lo segundo fuera auténtico. No obstante, Cristo rezaba los salmos, ¿era mecánico y vacío ese rezar? Lo importante está en que nuestro corazón esté atento y que nos apropiamos de esas palabras que repetimos. Cuando Jesús estaba en el huerto de Getsemaní, después de exhortar a sus discípulos, “oró repitiendo las mismas palabras” (Mc 14,39). Esto significa que cuando se reza, se ora, siempre que se haga de corazón. Los “cuatro vivientes” del apocalipsis, que están ante la presencia de Dios “repiten sin descanso día y noche: Santo, santo, santo…” (Ap 4,8)
