La explotación económico industrial de la tierra, tal y como hoy la entendemos, que ha provocado la crisis ecológica, es fruto más de Francis Bacon y Descartes, que de la tradición biblica.
Descartes, concibe un mundo mecánico lleno de materia inanimada y sujeto a pautas predecibles y matemáticamente determinadas, que cualquier mente analítica podra discernir y dominar mediante un ininterrumpido análisis y una observación objetiva , el hombre debe buscar el conocimiento de la naturaleza para llegar a ser dueño y señor de ella.
Bacon (La Nueva Atlántida, 1624) enseñaba que la ciencia moderna, cuando investiga la naturaleza obtiene poder sobre ella y — decía- este poder es el máximo atributo de la
ciencia nueva; centra su confianza en la capacidad humana de novon naturam stve novas naturas generare, promoviendo la invención, la ciencia práctica y la búsqueda de resultados, éstos, para Bacon, carecen de significación moral en sí mismos.
De modo que, la afirmación del naturalismo -más allá de sus variadas expresiones
es constante y profunda: primero, despojar a la naturaleza de toda significación simbólica, privarla de toda posibilidad de referencia que la funde en el orden de la existencia -creación-; segundo: despojarla de su inteligibilidad y su gozo contemplativo. La ciencia
de la naturaleza será entonces, un objeto posible de dominar a nuestro arbitrio, independiente de todo sentido de la trascendencia amoral, aética-, esto es lo que llevó al mundo actual a una confianza ciega -acrítica- en el poder de las tecnociencias: para ellas
todo estará permitido.
Juan Claudio Sanahuja. El dēsarr0ll∅ sūstęntable. La nueva ética internacional
