Ahora bien, en el período stalinista se tuvo que dar un giro de trescientos sesenta grados creando el conocido mito de la “familia soviética” —el cual buscó propagar una imagen distorsiva de la realidad familiar soviética, en la cual aquélla estaba imbuida de valores morales superiores a la occidental — por razones claras: Rusia había perdido una parte considerable de su población a causa de la Primera Guerra Mundial, la guerra civil y las hambrunas de 1921, las hambrunas de 1928-1932, purgas varias y matanzas en masa perpetradas por el Estado.
A esto hay que sumarle las pérdidas de la Segunda Guerra Mundial, y las hambrunas subsiguientes. Para peor, la política de «sēxûålidad libre” que, además de minar la institución familiar había legalizado el ab∅rtø en 1920, había producido un descenso impresionante de la tasa natalidad: en 1913 dicha tasa era de 45,5%, mientras que en 1950 había bajado a 26,7%.
El caso de las consecuencias sociales que trajo la legalización del ab∅rtø en la URSS es digno de ser subrayado. En efecto, éste se convirtió en “el primero de todos los medios contraconceptivos” según los datos manejados por los doctores Stern. Los números documentados son determinantes: de 1922 a 1926 se cuadruplicó el número de ab∅rtøs en la URSS, y para 1934 “se registra en Moscú un nacimiento cada tres ab∅rtøz, y en el campo, el mismo año, tres ab∅rtøs por cada dos nacimientos”. Para 1963, en Moscú, Leningrado y otras ciudades centrales el 80% de las mujeres embarazadas se sometían a ab∅rtøz, lo cual demuestra que fue utilizado como método anticonceptivo. Los citados doctores contaron que “al cabo de un cierto número de ab∅rtøs, [a las mujeres] les basta con una fórmula muy extendida: beberse un vaso de vodka, tomar un baño muy caliente y ponerse a dar saltos hasta expulsar el feto. Tuve que cuidar de una mujer que había sufrido veintidós ab∅rtøs. En estas mujeres, los reiterados abortos debilitan los músculos del útero que corren el riesgo de perder el feto con solo andar”
Stern, Mijail
