El poder político, aunque es cierto que nunca pudo mantener la fuerza sin el concurso del poder cultural, hoy se encuentra sin embargo abrumado por un estado de cosas en el que lo cultural, proyectado en la pantalla y multiplicado por ella hasta el infnito, crea una realidad a la que la política se debe subordinar. La política ha sido completamente estetizada.
La batalla cultural- ya se ha dicho- tiene sentido allf donde los mecanismos tradicionales de reproducción social ceden a los mecanismos modernos de democratización. Pero
secularización, mercantilización y democratización. qué ocurre cuando lo cultural se termina colando en todas las esferas, incluida la política?
Qué pasa cuando la gente está más interesada en votar por un personaje de reality show (aun pagando por ello desde su móvil) que por sus representantes políticos? Qué ocurre cuando nuestras tecnologias mediáticas levantan un mundo enteramente cultural? Pues la batalla cultural ya no solo tiene sentido, sino que se vuelve central inevitable, omnipresente, y se confunde con toda lucha por el poder: no habrá lucha por el poder (político, económico, militar, etc.) que no desarrolle su propia batalla cultural.
El poder político creó para sí escudos, sellos, retratos, banderas, himnos, escuelas instituciones, y dio representantes y leyes a sus pueblos posicionándose por encima del poder cultural con arreglo al cual se aseguraba, sin embargo, su propialegitimidad. Pero ese poder político hoy no puede sino colocarse por debajo, sometiéndose a imperativos y reglas de funcionamiento tecnomediáticos que él no ha dictado ni podría elegir. Solo volviéndose totalitario puede pretender, aunque con probabilidades discutibles de éxito, hacerse con el control cultural completo.
Dice con angustia Boris Groys: <Cuando el arte se politiza, se lo fuerza a hacer el desagradable descubrimiento de que la política ya se ha vuelto arte, de que la política ya se ha situado en la esfera estética> (Boris Groys, Volverse público. Las
transformaciones del arte en el ágora contemporánea, Buenos
Aires: Caja Negra, 2020, p. 38).
*elementos constitutivos del totalitarismo en Raymond Aron, Democracia y totalitarismo (Barcelona: Seix Barral, 1967), pp. 236-238.
